martes, 31 de octubre de 2017

Julie Klassen - El secreto de Pembrooke Park

Una casa llena de misterio, un lugar en el que nadie habla y una recién llegada. Abigail Foster no quiere acabar siendo una solterona, pero sabe que su minúscula dote no le va a servir para incrementar sus encantos. Cuando los problemas financieros fuerzan a su familia a vender su casa de Londres, un extraño abogado aparece con una oferta increíble: pueden irse a vivir a una lejana casa señorial que lleva dieciocho años abandonada. Los Foster emprenden viaje hacia la mansión de Pembrooke Park y al llegar, se la encuentran tal y como sus últimos habitantes la dejaron en su repentina partida: con las tazas con el té reseco, ropa en los armarios, una casa de muñecas abandonada mientras jugaban con ella... El atractivo pastor del pueblo les da la bienvenida, pero a pesar de que tanto él como su familia parecen saber algo del pasado de la casa, tan solo advierte a Abigail que tenga cuidado con los intrusos que lleguen atraídos por los rumores de que en la casa se oculta un tesoro...


OPINIÓN PERSONAL:

Definir con una palabra El secreto de Pembrooke Park es muy difícil. Personalmente es perfecta, porque contiene todo lo que más me gusta: misterio, secretos familiares, rencores, miedos, rencillas, chismorreos del pueblo entero... Un sin fin de alfileres que van componiendo no solo a toda la gama de personajes que salpican sus páginas, sino también la trama que, para mí, gira entorno al nombre que le da título al libro que además es el nombre de una antigua propiedad, Pembrooke Park, perteneciente a la familia Pembrooke. Entre los cotilleos del pueblo se dice que hay un tesoro escondido en una estancia secreta. Tampoco penséis que de repente se aparece un fantasma, porque no hay fantasmas (más bien son algunos personajes quienes lo mantienen vivos bien por el rencor, bien por el miedo). Vale, lo reconozco, en mi lectura nocturna pasé un poquito de canguelo, solo un poquito.
Como bien adelanta la sinopsis, la familia Foster tiene una complicación económica muy importante y gracias a la intervención de un familiar muy lejano, además de desconocido, pueden beneficiarse de Pembrooke Park. Allí, Abigail (nuestra protagonista) da muestras, a su temprana edad, de ser la matriarca de su familia, más que su propia madre, ya que delega en su hija todo el trabajo que debería hacer ella, pero está más preocupada por encontrarle marido a su hija pequeña, Louisa. En esa inmensa mansión pasará gran parte del tiempo sola, aunque conocerá a mucha gente buena, como los Chapman. Una familia humilde muy allegada a los Pembrooke, por diversos motivos, entre ellos, es que Mac Chapman, trabajó como administrador. Al poco tiempo, Abby recibe una extraña carta. A partir de ahí recibirá más y, sin ella quererlo, se verá envuelta por el misterio y comenzará las pesquisas para saber más sobre los antiguos propietarios. Su carácter pragmático, curioso, cariñoso y su belleza, llamará la atención del protagonista.
William Chapman, hijo mayor de Mac, clérigo, con estudios en Oxford (lugar donde conoció a su buen amigo Andrew Morgan), es quien recibe a Abby y su padre nada más llegar a la vieja mansión. Por si fuera poco, vive en la casa rectoral que hay cerca de la casona. Es joven (unos años mayor que Abby), pelirrojo debido a la ascendencia escocesa de su padre (me ganó mucho su pelo caoba), alto, de cuerpo fibroso, piel blanca, a veces se la describe como pálida... en físico hace justicia a esos personajes que nos gustan. También es un hombre de gran corazón, siempre dispuesto a ayudar (aunque no fuese cura). Se nota mucho, desde el principio más o menos, que él al igual que su familia, saben mucho de la historia familiar de los Pembrooke y que guarda con gran celo todo lo que sabe. Lo que esconde lo hace interesante. También es quien deja, junto con su hermana pequeña Kitty (esta niña me ganó el corazón), las escenas divertidas con cierta señora mayor que le riñe por sus sermones. Es tímido, cualidad de su carácter que lo hace entrañable y a veces le cuesta disimular un poco sus propias emociones lo que le lleva a ganarse malos entendidos, incluso con sus feligreses.
La buena sintonía, la complicidad que nace entre ellos es la que genera todo el torbellino de sentimientos, dudas (sí, por ambas partes) que los van uniendo. El libro carece de cualquier tipo de escenas sexuales y como mucho hay tímidos besos en las mejillas, algunos muy cargados de sensaciones como de amor, a lo máximo, besos apasionados en la boca (tal cual descritos entre sus páginas), lo que me recordó a los libros de Julianne Donaldson.
Entre ellos hay toda una amalgama de personajes que se van conociendo poco a poco, a los que vas calando a cuenta gotas, sobre todo a aquellos que están emparentados por algún motivo con la mansión. Todo ello unido a un ritmo que no decae; una trama que te engancha porque siempre que termina un capítulo quieres saber más; los giros que se toma a veces te dejan bastante sorprendida, otros no, porque los hueles (son muy pocos casos). Lo leí básicamente en dos días, tenido en cuenta que hacía mucho tiempo que no leía una histórica y no sabía muy bien qué me iba a encontrar. Pero al final puedo decir que me gustó.

La punto con un 8,5 y explico por qué: como toda la trama gira entorno a la casa, es un hecho, desde mi humilde punto de vista la historia de amor queda un poco diluida en determinadas ocasiones. Me hubiese gustado más escenas románticas entre Abby y Will. Debo decir que hay dos que me llegaron al alma, ya que están tratadas con un dulzura sublime. Disfruté de cada uno de sus encuentros al máximo. 
Espero y deseo que este pequeño comentario no os desanime, debéis leerlo y si sois amantes de la histórica muchísimo más. 

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